sábado, 29 de mayo de 2010

Homenaje a Don Arsenio Gutiérrez Palacios

Diario de Ávila Digital

28/12/2008

Las ‘pizarras’ de Diego Álvaro y la figura de Arsenio Gutiérrez Palacios

La trayectoria cultural de Gutiérrez Palacios en el campo de la arqueología y la investigación, buena parte de la cual quedó recogida en sus artículos en ‘El Diario de Ávila’, fue reconocida con un homenaje en su localidad natal


Homenaje a Arsenio Gutiérrez Palacios.
diariodeavila.es
Isabel Gilsanz
El pasado día 9 de agosto cuando los calores estivales pueden adormecernos en la inacción del verano, la villa de Diego Álvaro, también denominada hasta el siglo XVI como «Valencia de la Sierra», se despertaba, sin embargo, muy atenta, alborozada y activa. La causa o razón, que motivaba este sentir festivo generalizado, era doble: Se iniciaban sus fiestas patronales en honor de San Roque y, además, el municipio de este rincón abulense, tan ligado a nuestra memoria histórica, rendía un sentido homenaje a su ilustre hijo Arsenio Gutiérrez Palacios.
La trayectoria cultural de Gutiérrez Palacios es sobradamente conocida no sólo en el plano arqueológico, sino también por sus incontables rastreos en el mundo archivístico, que han sacado a la luz perfiles inéditos y desconocidos de la historia abulense: De la vida y muerte de Don José Somoza; La Trata: La esclavitud en el Siglo de Oro; El Quijote de Ávila... o sus artículos que, con escrupulosa regularidad semanal, publicó durante 20 años en El Diario de Ávila, bajo el título de Ávila Antañón, en los que se trataba fundamentalmente de acercar a los abulenses el gusto o interés por el hecho histórico contribuyendo, de manera didáctica, a su análisis y comprensión, para lograr así su objetivo vital: acercar la cultura al pueblo.
Pero será en el campo arqueológico donde el nombre de Gutiérrez Palacios adquiera mayor relevancia. Los abulenses no deben olvidar sus aportaciones en esta vertiente: mosaico romano de Magazos, pieza emblemática del denominado Almacén dependiente del Museo Provincial; mosaico de Mancera de Arriba y tantas piezas, algunas guardadas en el Museo Provincial de Ávila, museo que no se encontraría en su situación actual sin el esfuerzo altruista de hombres como Luis de Monteagudo, más tarde director del Museo Arqueológico alemán, y Gutiérrez Palacios.
Su labor de investigación prehistórica le encaminará a formar parte, a finales de los años 50, del seminario de Historia Antigua de la Universidad de Salamanca en compañía de los catedráticos Juan Maluquer de Motes, Carlos Posac, José María Blázquez y Manuel Díaz y Díaz, a través de las publicaciones del titanio semanario, denominadas Zhephirus.
Como delegado provincial de Excavaciones Arqueológicas llevará a cabo las prospecciones más relevantes del subsuelo provincial, sacando a la luz castros diversos: El Chorrillo, Alto Quemado, La Peña del Bardal o El Castillo en Diego Alvaro; La Romarina en San Miguel de Serrezuela; Valdesanmartín en El Tiemblo; Cabezas del Villar; Las Cogotas y Cardeñosa en compañía de su amigo Juan Cabré Aguiló, al que conocía desde los años treinta cuando cursaba Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid; Ulaca; Lumbrales en Salamanca, etc.
Es imprescindible y necesario hacer notar que la importancia de Ulaca ya fue analizada por Gutiérrez Palacios desde los años 50. Fue un gran estudioso de este castro al que denominó «la ciudad celta más grande de Europa». Por ello, extraemos unos párrafos de un artículo suyo publicado en El Diario de Ávila el 27 de abril de 1968 en el que habla con amplitud de miras y autoridad sobre este magnífico recinto, excavado bajo su dirección en 1950: «El castro menor, la ampliación larga y estrecha que hubo de hacerse por el aumento de población y mayor defensa contra los celtíberos en la parte N.E., no fue estudiada ni adicionada en plenos hasta 1950, fecha en la que realizamos una campaña de verano, con bastante fortuna y en la que localizamos necrópolis de incineración o campo de urnas que, entre otros testigos prehistóricos, dio un puñal doble glóbular, fíbulas hispánicas de bronce y vasos cinerarios del siglo II a. C., coetáneos de la destrucción de Numancia».
Más adelante y en el mismo artículo, manifiesta su honda preocupación por salvaguardar Ulaca de advenedizos e indocumentados: «evitando que en él se realicen excavaciones o prospecciones no autorizadas en espera de que podamos conseguir una subvención suficiente para realizar una campaña con todas las garantías que exige una excavación científica, metódica e intensa, y que sería la segunda realizada en España para el estudio y catalogación de pizarras de la alta Edad Media con escritura afín a los reyes godos hispanos, siendo éstos los Testigos paleográficos más estimados en la arqueología europea».
Como es bien sabido, la primera excavación de estas características también fue realizada bajo su dirección en la Dehesa del Castillo en Diego Alvaro sacando a la luz las magníficas «pizarras castillenses».
Tampoco podemos obviar la labor llevada a cabo por consolidar la entonces naciente Institución Gran Duque de Alba junto al primer director de la misma Juan Grande Martín. Eran momentos difíciles, cuando un grupo de abulenses trabajaban desde planos diversos, pero unidos todos ellos en un común objetivo: conseguir el debido reconocimiento de Ávila y su rico Patrimonio en el mundo cultural. Recordemos a algunos de ellos: Federico de Mendizábal (Premio mundial de Poesía Lírica en 1965, laureado por la Academia Española y numerosas academias internacionales), el piedrahitense Luis López Prieto, Hermenegildo Martín Borro, Antonio Molinero, Eduardo Ruiz Ayúcar, Jacinto Herrero Esteban, Blas López Pérez, Rafael Trujillano o el enorme escritor arevalense Nicasio Hernández Luquero.
En este marco de acercar nuestro rico patrimonio a los ciudadanos, evitando así un posible expolio, debe valorarse su descubrimiento del Toro de la Romarina, en el castro de la Romarina de San Miguel de Serrezuela, así como el posterior traslado del mismo a la plaza de San Vicente en unión de su buen amigo Rafael López Trujillano.
Esta altruista labor por recuperar una pieza emblemática de nuestro subsuelo, desconocida y soterrada durante milenios, les valió a ambos el Trofeo de Plata de Radiotelevisión Española (RTVE) y así aparecía reflejado en el reportaje gráfico de El Diario de Ávila el lunes 9 de noviembre de 1970: «Ya está colocado frente a los jardines de San Vicente el ‘Toro de la Romarina’ que fue descubierto por el jefe de la Rama de Arqueología de la Institución Gran Duque de Alba, don Arsenio Gutiérrez Palacios, en el término de San Miguel de Serrezuela. Esta enorme masa de piedra tallada valió al comando número 12 de Misión Rescate, que asesora el profesor López Trujillano, el Trofeo de Plata que recientemente les fue entregado en Radio Nacional de España...».
También será El Diario de Ávila donde se ofrezca, en fecha inmediata, otra toma magnífica de la escultura frente a la Basílica de San Vicente, informándose a los lectores de la enorme repercusión que había tenido el descubrimiento, plasmado en la emisión en Televisión Española de un programa dedicado íntegramente al mismo. En la emisión televisada se agradecía inicialmente al alcalde de la localidad, Constancio Gutiérrez, su altruista colaboración en el traslado de la escultura granítica, y a continuación intervendrían mediante un pormenorizado diálogo descriptivo Arsenio Gutiérrez Palacios y Rafael López Trujillano.
Al rocambolesco «peregrinar» de esta singular figura prehistórica «a lo largo y ancho de nuestra geografía nacional» deberíamos dedicar un capítulo aparte. «Peregrinar» desconocido por su descubridor, dado que Gutiérrez Palacios falleció en 1980, y en esa fecha el toro todavía continuaba en su habitáculo frente a los jardines de San Vicente en Ávila.
Pero aquí y ahora es necesario reconocer la acertada labor llevada a cabo por la Diputación Provincial, personificada en su presidente, Agustín González, gracias a la cual Ávila, su tierra y el municipio donde se descubrió han podido recuperar esta joya de nuestro patrimonio, que «ya se encontraba pastando en las verdes campiñas cántabras sin saberse con certeza cuál habría sido su destino definitivo... Afortunadamente, «ha concluido el paseíllo» y ahora todos los abulenses pueden disfrutar del porte majestuoso y hierático del Toro de la Romarina de San Miguel de Serrezuela, a la entrada de nuestra Diputación, gracias, repito, a las acertadas gestiones de su presidente.
La razón prioritaria por la que se homenajeaba a Gutiérrez Palacios en su localidad natal obedecía otro descubrimiento fundamental: sus excavaciones en la Dehesa del Castillo de Diego Álvaro, que sacaron a la luz 200 pizarras visigóticas de los siglos VI y VII, más tarde publicadas por Manuel Gómez Moreno en la Real Academia de la Historia. Gutiérrez Palacios recogió estos hallazgos en la obra titulada Miscelánea arqueológica de Diego Álvaro, editada en 1960 por la Institución Gran Duque de Alba.
En fecha reciente, la catedrática de la Universidad Complutense y Subdirectora del Instituto Castellano de la Lengua, Isabel Velázquez, ha demostrado mediante una brillante tesis doctoral que los orígenes de nuestra lengua castellana no se encuentran en las conocidas «glosas emilianenses» -como se venía creyendo- sino en los diversos contratos de compraventa y anotaciones que contienen las «pizarras castillenses» de Diego Álvaro, descubiertas por Gutiérrez Palacios.
Consecuentemente, basándose no sólo en estos meritorios hallazgos, sino en el conjunto de su obra, Diego Álvaro le tributó un cálido homenaje, en un acto celebrado en el salón municipal y presidido por las autoridades provinciales: subdelegado del Gobierno, César Martín; presidente de la Diputación, Agustín González; alcaldesa y concejales de la localidad; José María Ballester, consejero del Patrimonio en el Parlamento europeo de Estrasburgo; Isabel Velázquez, catedrática de la Universidad Complutense; y la hija del investigador, María Pilar Gutiérrez-Palacios.
Tomó la palabra en primer lugar el teniente de alcalde, Alejandro García, que glosó su faceta no sólo como historiador, sino también por el ejemplar magisterio desempeñado junto a su esposa, Emilia Alonso Mateos, como directores del Grupo Escolar en la localidad. Aproximó así a los asistentes a su altruista labor docente cuando formaba a los jóvenes del lugar en las Enseñanzas Medias y Universitarias, sin cobrar ningún honorario por las mismas.
Varios ex-alumnos del investigador, que corroboraban estas afirmaciones, asistieron emocionados al acto, rememorando situaciones inolvidables vividas en su compañía por los castros del municipio.
Tomó la palabra después José María Ballester, que reivindicó la protección y salvaguarda de nuestro Patrimonio en todas sus vertientes y manifestaciones. A continuación Isabel Velázquez habló, de manera didáctica y autorizada, sobre sus investigaciones en torno a «las pizarras castillenses» de Diego Alvaro y nuestros orígenes lingüísticos.
Finalmente, la hija del investigador, María Pilar, recordó emocionada la figura de su padre. mociónft veía incrementada al encontrarse en un recinto íntimamente ligado a sus orígenes cuando su bisabuelo, Hilario Palacios, Secretario de la localidad, inauguró el Centro.
Para ser más objetiva en la exposición parafraseó el capítulo dedicado a Gutiérrez Palacios en la obra del escritor abulense Francisco López Hernández, titulada «Personajes abulenses». De esta forma nos acercó a la trayectoria vital del historiador: su interés obsesivo por erradicar el analfabetismo de España, que le llevaría a realizar los estudios de Magisterio, impartiendo la docencia en su pueblo natal junto a su esposa, Emilia Alonso Mateos. Sus años en la Universidad de Madrid, cuando cursaba Filosofía y Letras en la Universidad Central, obteniendo una beca de investigación histórica durante la Segunda República.
Se centró en señalar la honestidad que siempre presidió sus actuaciones, en similitud con un talante afín a las libertades y cercano a las más desfavorecidos que le llevarían a sufrir represalias durante la Guerra Civil dirección del centro Reina Fabiola en Ávila ayuda que dispensaba a los alumnos, carentes de recursos, formándolos altruistamente conseguiría abrirlos un futuro esperanzador en campos diversos, o en instituciones como el Museo de Ávila.
Lamentó que la mayoría de los amigos más próximos al investigador ya no se encontraran entre nosotros. Así, destacó la figura del ilustre escritor Federico de Mendizábal, al que su padre conoció desde la adolescencia y con el que colaboraría en una publicación dirigida por el laureado poeta lírico, «La novela fugaz», donde plasmaría su primera publicación literaria: una novela corta titulada «Las dos auroras»a la edad de 22 años. La fraternal amistad con Mendizábal se mantendría inalterable hasta su muerte.
Mencionó su estancia en Cuba a los 19 años, fruto de la cual escribiría «La Trata: la esclavitud en el siglo de oro». No olvidó recordar la cercanía que mantuvo con diversos personajes de Ávila, lamentando omitir alguno de ellos el escritor arevalense Nicasio Hernández Luquero, Blas López Pérez, Hermenegildo Martín Borro, Rafael López Trujillano, Jacinto Herrero Esteban, Vicente Aparicio, Carmelo Luis López y Antonio Molinero…, entre otros muchos fidelidad de Eduardo Ruiz-Ayúcar en las visitas diarias que le prodigó durante su enfermedad, o las reconfortantes charlas con Laura Caprotti en el domicilio del investigador, cuando falleció su mujer, Emilia, conversaciones de matiz cultural, que trataban de ayudarle a aceptar una pérdida que jamás pudo superar.
Otro dato a considerar es la correspondencia mantenida con Claudio Sánchez Albornoz al que, lamentablemente, no podría saludar, cuando regresó a España, por haberse producido ya su fallecimiento.
Fundamentalmente su imagen paterna se asociaba a un caballero culto, educado, refinado, dialogante, muy cercano y extremadamente sencillo. Por ello, dijo, fue muy querido por todos los que le conocieron.
Tuvo un entrañable recuerdo para su hermano Arsenio- Fernando fallecido prematuramente en 1 993 y concluyó manifestando su más sentido agradecimiento a las ilustres autoridades, personalidades del mundo de la cultura, y a todos los vecinos del municipio, que llenaban un recinto que no pudo albergar en su totalidad al numerosísimo público asistente.
Al finalizar el acto académico, las autoridades, entre las que se encontraba el Presidente de la Academia Castellana de la Lengua, Don Gonzalo Santonja, se dirigieron a la casa natal de Gutiérrez Palacios, donde se colocó una placa conmemorativa alusiva al descubrimiento de las «pizarras castillenses» y además el municipio dedicó una calle a su memoria.
Finalizaremos señalando que es realmente gratificante el hecho de que, nuestra tierra pueda ser reconocida y homenajeada en el mundo cultural, gracias a la labor austera, documentada y comprometida de hombres como Gutiérrez Palacios. No podemos ni debemos obviar nunca nuestros orígenes, los balbuceos de nuestra lengua castellana; y ellos están recogidos documentalmente en las «pizarras castillenses» de la Dehesa del Castillo en Diego Álvaro.
Ávila con su rico patrimonio histórico y cultural siempre ha sido un referente prioritario en el devenir cultural hispano; y esta característica, que entrelaza y asimila al paisaje con sus gentes, permanece latente con toda vigencia en los albores del siglo XXI. En justa correspondencia, la tierra de Ávila debe recibir alborozada está grata noticia, que revierte en el beneficio y consideración de todos los abulenses.

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